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Rosa Luxemburgo, la rosa del socialismo

Escrito por Almendra Salazar

En la actualidad, muchas personas asocian la palabra socialismo a una connotación negativa con estereotipos sumamente marcados tales como que esta doctrina política y económica busca abolir la propiedad privada de los medios de consumo o que, simplemente, este sistema volvería a un país miserable, tal como sucedió en la URSS y como sucede actualmente en Venezuela. Sin embargo, el socialismo es un sistema económico y social mucho más complejo que estereotipos transmitidos de generación en generación y, por el contrario, presenta como fin principal el establecer una sociedad justa y solidaria que cuente con un reparto de riqueza igualitario (Fernández, 2019).

Rosa Luxemburgo pensaba mucho en este último fin mencionado, pues siempre luchó por el ideal de que los trabajadores del mundo se unieran soslayando fronteras. Esta forma de pensar se vio sumamente influenciada por el lugar de su nacimiento, al ser Polonia un país bajo el dominio de otro. Gracias a ello, pudo entender la necesidad de una revolución y su potencial, además de creer en una pugna continua en forma de resistencias ante injusticias históricas. Su condición de mujer judía generó que desde siempre contara con venas revolucionarias que la llevaron a escribir numerosas obras como la de “La huelga de masas, partido y sindicatos”; unirse al Partido del Proletariado (primer partido socialista polaco); y redactar frases tan ilustres como “La libertad es siempre y exclusivamente libertad para aquel que piensa de manera diferente”, combinando así muy bien sus pensamientos y acciones (Ventura, 2019).

Ella además mencionaba que los sindicatos no era un instrumento de ataque en contra del capitalismo, sino más bien herramientas que buscan que los obreros vivan en mejores condiciones dentro del capitalismo, incluyendo jornadas laborales más justas y mejoras salariales.  Sin embargo, cabe resaltar que Rosa no veía lo anteriormente mencionado como un camino netamente revolucionario; por el contrario, pensaba en ello como un contexto para aprovechar la actividad sindical. Luxemburgo decía que lo fundamental era ver como una huelga económica se podía transformar en una política, al ser esa una huelga que tiene carácter revolucionario y que posteriormente puede conducir a una lucha frontal contra el capitalismo y el triunfo de la revolución (Luxemburgo, 1900).

El legado que esta revolucionaria polaca dejó para el mundo, sin duda, fueron el feminismo y socialismo; pero no como interpretamos hoy esta última doctrina, sino más ligada hacia el comunismo. Rosa creía que mientras que el socialismo entiende que debe regularse la inherente lucha de clases; el comunismo, más acorde a sus ideales, establece que es necesaria la eliminación de estas clases sociales, llevando a todo individuo a vivir en una sociedad igualitaria (clase proletaria) y de Estado. Otro punto que respalda esta afirmación es que ella recalcaba, en cuanto a la relación con el capitalismo, que el socialismo se adaptaba hacia modelos mixtos o de convivencia en entornos de libre competencia; mientras que el comunismo se oponía firmemente a modelos capitalistas y abogaba por su eliminación en las naciones, como mencionaba Rosa en los debates contra Eduard Bernstein, político perteneciente al partido Socialdemócrata de Alemania (Bernstein, 1899).

Por otro lado, al ser una de las pioneras por los derechos de la mujer, luchó por su acceso a una educación superior en filosofía, historia, matemáticas, política y economía en la Universidad de Zúrich; y estaba convencida de que el capitalismo debía de caer para que el proletariado tomara el poder de producir un cambio revolucionario (la lucha del socialismo es el poder de la clase obrera).  Así, decía que: “Quien es feminista y no es de izquierda, carece de estrategia; y quien es de izquierda y no es feminista, carece de profundidad”. No obstante, cabe resaltar que aun como teórica marxista y, a pesar de llamarse orgullosamente feminista, no participaba en las luchas propias de género, pues entendía que la emancipación de la mujer iba de la mano de toda la clase proletaria. Incluso discrepaba a veces del pensamiento marxista al creer que, en situaciones favorables, la clase obrera es capaz de llegar a tener conciencia de clase, pensamiento contrario al de Lenin, quien creía que solo los intelectuales eran capaces de llevar el ideal marxista a la clase obrera y hacer que su lucha posea el arma ideológica de la conciencia de clase; es decir, unir la teoría con la práctica (Federici, 2018).

De esta manera, Rosa Luxemburgo fue una de las principales figuras políticas de comienzos del siglo XX y dedicó toda su vida a la conformación de su partido y el asentamiento de las bases revolucionarias, todo ello en una época en la que el rol de la mujer estaba confinado al hogar y la participación política a través del voto femenino no era más que una vaga utopía. Pues, tal como ella decía: “El mundo de la mujer burguesa es su hogar, pero el hogar de la proletaria es el mundo; el mundo entero, con todo su dolor y su alegría, con su fría crueldad y su ruda grandeza” (Luxemburgo & Zetkin, 2019). Su forma de pensar y sus aportes pueden verse aún reflejados en la actualidad, explicando ciertos problemas del presente y que, probablemente, sigan apareciendo en el futuro.

En efecto, un estereotipo asociado a la doctrina socialista es la noción de que todo lo que ejecute el gobierno o las medidas que adopte para proveer servicios básicos es negativamente socialista; sin embargo, claramente decretar reformas no convierte mágicamente a un Estado en socialista. Es más, no olvidemos que el Estado existe y fue creado para defender los intereses de la burguesía; que junto con el ejército actúa en nombre de la clase capitalista, cuya esencia es siempre obtener la máxima ganancia posible. Así, la implementación del socialismo por medio de reformas es, según Rosa Luxemburgo, como verter limonada al océano y esperar que se vuelva dulce; es decir, no existe un cambio sustancial (Luxemburgo, 1900). 

Además, desde el punto de vista de Luxemburgo en su libro, La Acumulación del Capital, era necesario un análisis de cuestiones tan relevantes en el ámbito económico, como el incentivo a la inversión. Ella decía que solo se producirá la inversión en un stock de capital continuamente acumulativo si a los capitalistas se les asegura un mercado siempre creciente de bienes que produzca el capital. Es así como dio gran importancia a una cuestión que, años más tarde, sería tema central en la economía ortodoxa: el defecto del incentivo a la inversión. A su juicio, el estancamiento o ausencia de la demanda secular ha recibido mucha atención por los economistas del siglo pasado, y Luxemburgo apuntó que ese estancamiento conduce al colapso económico (Luxemburgo, 1913).

Esto se puede relacionar con el tema de la compra y distribución de las vacunas contra el COVID-19. Específicamente, las opiniones se dividen en dos bandos diferenciados, siendo unos los que prefieren que las vacunas sean comercializadas a través de empresas privadas, mientras que otros afirman que deben ser únicamente distribuidas gratuitamente por el gobierno. Este debate ha generado un sinsabor en la población al -la mayoría de los peruanos- querer lo antes posible ser vacunados; sin embargo, el negocio farmacéutico a nivel mundial funciona de acuerdo con un mecanismo que, en primera instancia, busca asegurar todas las dosis para el Estado y recién, después de ello, autorizar la compra por parte de las empresas privadas (El Comercio, 2021).

Además, a pesar de que existe una normativa para la compra de vacunas en manos del sector privado, también existe una condición que especifica que cuando los bienes son esenciales, no se puede establecer un precio mayor al asignado por el Estado y, pues el Estado no cobra nada. Así, la vacuna, como un bien público que genera externalidades positivas, es declarada como gratuita para todos a fin de evitar que el pago se vuelva un factor discriminatorio e inequitativo. 

En suma, el socialismo no busca ser, en casos como este, una cruzada ideológica que va en contra de la empresa privada, sino que refleja una simple realidad de escasez (más compradores desvían recursos y no solucionan la escasez), donde el cuello de botella no es la compra, sino la producción de vacunas. Así lo indicó el presidente Sagasti al mencionar que el aporte del sector privado en adquirir vacunas no ayudaría en gran medida, ya que, por el momento, la escasez de vacunas aún es una problemática alarmante (Gestión, 2021). De este modo, al existir esta escasez, los privados le pondrían un precio a la vacuna, pero este hecho no solucionaría el problema de salud pública que es más importante cuando nos encontramos en una emergencia sanitaria como la actual.



 


Bibliografía:

Bernstein, E. (1899). Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia. Problemas del socialismo. El revisionismo en la socialdemocracia (Spanish Edition). 

El Comercio (2021). Sucesos. Elucidario: “Las vacunas y el sector privado: las diferentes opiniones en medio del debate”.

Federici, S. (2018). El patriarcado del salario. Críticas feministas al marxismo. Madrid. Traficantes de sueños.

Fernández, O. (2019). Debates sobre la derecha liberal y el comunismo. Universidad Iberoamericana. Ciudad de México. La Izquierda.

Gestión (2021). Sección de Economía: Sagasti: “Lo que puede aportar el sector privado mediante la compra de vacuna no ayudaría en gran medida”. 

Luxemburgo, R. (1900). Social Reform or Revolution. Primera parte. Militarismo y política aduanera.

Luxemburgo, R. (1900). Social Reform or Revolution. La «ciencia alemana» a retaguardia de los obreros. 

Luxemburgo, R. (1913). La acumulación del capital. 

Luxemburgo, R. & Zetkin, C. (2019). Su hogar es el mundo entero. Escritos y discursos de Rosa L. y Clara Z. sobre la lucha femenina y otras cuestiones sociales. Brigada Para Leer en Libertad. 

Ventura, D. (2019). Rosa Luxemburgo: la brutal ejecución de "la Rosa Roja" a manos de los despiadados freikorps alemanes hace 100 años. BBC Mundo.

 

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