Escrito por Samantha Guillén
Edición a cargo de Daniella Arauco
El 22 de abril se celebró el Día de la Tierra, recordándonos los diversos problemas ambientales que enfrenta nuestro planeta. Año tras año los glaciares se deshielan, los corales y bosques se destruyen y los océanos se llenan más de plásticos. Cada vez más temprano sobrepasamos los límites de producción de la Tierra. Si continuamos con nuestro estilo de vida actual, necesitaríamos 2 Tierras para poder satisfacer nuestras “necesidades”. El problema: no tenemos 2 Tierras, tenemos solo una.
La comunidad científica ha advertido continuamente que nos encontramos en un punto de no retorno, pues si no tomamos verdaderas acciones la crisis climática será inevitable (IPCC, 2022), y nuestro país está voceado para ser uno de los más afectados. La crisis climática no puede dejar de verse desde un punto de vista económico. Por un lado, – y si recordamos la función de producción clásica – la producción depende de los recursos naturales, es decir, estos son un determinante del crecimiento de largo plazo. Por otro lado, los efectos del cambio climático afectarán en mayor proporción a los países pobres y las minorías. Y es a partir de esto último que nace el concepto de justicia climática.
Ya en el pasado se ha documentado cómo desastres ambientales afectan en mayor magnitud a la población pobre. En Estados Unidos, por ejemplo, los afroamericanos son 75% más probables de vivir cerca a desechos tóxicos, y por ende de sufrir problemas de salud, incluyendo enfermedades pulmonares y diversos tipos de cáncer (New York Times, 2020).
De igual manera, se ha estudiado la inequidad en la generación de huella de carbono. A nivel global, el 10% más rico produce prácticamente la mitad de las emisiones de carbono, debido principalmente a que tienen mayores niveles de consumo (Naciones Unidas, 2020). Inclusive el 1% más rico genera más emisiones que el 50% más pobre. Entonces, las Naciones Unidas señalan que los países más ricos necesitarán reducir su huella de carbono en 30 veces para que la temperatura global no aumente más de 2°C (Acuerdo de París).
De esta manera, nace la justicia climática, que más que un concepto en sí, es un movimiento. La justicia climática lucha por darle una perspectiva de justicia al cambio climático, dándole prioridad a las minorías. Asimismo, este movimiento pide que los países y las personas más ricas, que producen la mayor proporción de emisiones, se hagan responsables de sus emisiones y tomen acciones respecto a ello.
Lidiar con la crisis climática es un proceso complicado y muy extenso, en el que es necesario que toda la sociedad (Estado, sector privado y consumidores) participen. No obstante, podemos pensar que tener un medio ambiente saludable es un bien público, y es justamente por ello que pocos son los que tienen los incentivos para participar activamente en reducir su huella de carbono. Por ello, es necesario que los gobiernos del mundo generen planes de acción conjunta.
A pesar de lo mencionado anteriormente, reducir nuestra huella no es una tarea imposible, y el inicio de la pandemia fue un ejemplo de ello. Las emisiones cayeron durante los primeros meses de la Covid-19, siendo una muestra de cómo cambios rápidos en los hábitos de la población verdaderamente hacen una diferencia, y los gobiernos tienen la responsabilidad de hacer posible mantenerlos (como el trabajo remoto) en el largo plazo. Entonces, sabemos que no es imposible implementar cambios que generen efectivamente un cambio.
Referencias
IPCC. (2022). Climate Change 2022. Mitigation of Climate Change.
Naciones Unidas. (2020). Emissions Gap Report 2020.
New York Times. (28 de Julio de 2020). Pollution Is Killing Black Americans. This Community Fought Back. New York Times.
Comentarios
Publicar un comentario