Escrito por Ana Rioja
Edición a cargo de Sandra Labra
Es de amplio conocimiento la intensa desigualdad entre hombres y mujeres. Ya sea en sectores como la política, la familia o la economía, las mujeres tienen una situación desventajosa frente al hombre. Asimismo, este es un problema que se ha presentado prácticamente a lo largo de la historia del ser humano. Desde las sociedades remotas hasta el siglo XXI, esta situación no ha conocido ausencia. Es por ello que el estudio de este tópico es de real y cruda importancia. En ese sentido, estudiar los niveles de inserción laboral de la mujer implica estudiar cómo las mujeres afrontan la situación desventajosa en un importante aspecto de su vida: la economía.
Además, es poco conocida la relación que tienen los niveles de inserción laboral de la mujer con el crecimiento económico, así como su relación con la pobreza. Es por ello que, en esta investigación, se buscará profundizar en estos tópicos. El objetivo se centra en analizar cómo se relaciona la pobreza y la mujer, específicamente los niveles de inserción laboral de la mujer. Con ese objetivo, se analizará cómo se han comportado los niveles de inserción laboral de la mujer, los niveles de crecimiento económico y los niveles de pobreza, así como la relación que ha existido entre ellos durante el período 1990-2000.
Contexto político-económico y participación de la mujer peruana en la industria laboral entre 1990 a 2000.
En el año 1990, Mario Vargas Llosa es el vencedor en la primera vuelta de las elecciones presidenciales con 32.6%. Sin embargo, el 10 de junio de ese año, en la segunda vuelta electoral, Fujimori es electo con el 62.8% de votos peruanos. Este es el comienzo del periodo del fujimorismo (RPP Noticias, 2016).
La economía peruana seguía en problemas debido a la mala gestión del anterior gobierno del expresidente Alan García, ante este escenario, Fujimori, que en un primer momento se negó al shock económico, decide seguir las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) y, el 8 de agosto 1990, a Juan Carlos Hurtado Miller, ministro de economía y presidente del consejo de ministros, se presenta en los medios televisivos a informar que a partir del día siguiente se realizaría una reestructuración de precios, que sería conocida como el "fujishock". Esta medida del gobierno permitió controlar la inflación, pero provocó la devaluación de los salarios de la mayoría de la población y, posteriormente, el cambio de moneda.
A partir del ajuste económico de agosto de 1990 se redefinieron las funciones del Estado y el mercado asumió un nuevo y fundamental papel en la economía del Perú, ya que, según las recomendaciones del Consenso de Washington, se propuso una reforma tributaria, una rigurosa disciplina fiscal, la firme liberalización financiera y comercial, el establecimiento de un tipo de cambio competitivo, la privatización de empresas, la eliminación de las barreras a las inversiones extranjeras directas, entre otras (Bernabé, 1998). Otros datos históricos interesantes son la disolución del congreso y la captura de Abimael Guzmán, acabando con el liderazgo del terrorismo peruano, en 1992.
Si bien permitió la reinserción del Perú en el sistema financiero internacional, así como la privatización de las compañías del Estado en manos de extranjeros, también ocasionó despidos masivos de obreros y empleados públicos, así como la supresión de las protecciones a la ineficiente industria nacional, lo cual llevó a su quiebra y a altos índices de desempleo. En consecuencia, se redujo al mínimo la actividad sindical y aumentó la actividad económica informal. Por otro lado, la reducción del Estado y la liberación de la economía nacional fomentaron la inversión extranjera. Como resultado, en 1994 la economía peruana se estabilizó, a pesar de los despidos masivos acaecidos.
Las siguientes elecciones presidenciales de 1995 solo tuvieron una primera vuelta electoral, en la que Alberto Fujimori resultó reelecto. En este gobierno, se tuvo como objetivo profundizar y ajustar las reformas realizadas (participación del sector privado en la economía), así como también se detuvieron las reformas neoliberales (por ejemplo, detuvo la privatización de Petro Perú y Sedapal), la promoción de la competencia; el fortalecimiento de los entes reguladores; la reducción y centralización del gasto público y la reforma tributaria y aduanera (Gil, 2004).
Desde 1995 hasta 1998 hubo una mayor disponibilidad del recurso y un incremento del esfuerzo de las embarcaciones con sistema de refrigeración (RSW), ya que el Perú se reincorpora en el sistema financiero internacional. En 1998 surgieron otros hechos que hicieron decaer las ganancias por exportación de materias primas como la crisis asiática y la crisis rusa.
Observando entonces el contexto en el que se encontraba el Perú en esta década, es que se puede empezar a analizar los niveles de trabajo femenino de 1990 a 2000.
Al comienzo del gobierno de Fujimori, el Perú seguía sumergido en la crisis económica del gobierno anterior, las mujeres debían tratar de salir adelante pese a esta situación. Muchas de ellas comenzaron a trabajar como profesoras de inicial, empleadas de contabilidad y, en grandes cantidades, como vendedoras ambulantes (Mendez 2003). Además, para 1990 hubo un gran avance en cuanto a las mujeres en la política, ya que había cada vez más alcaldesas, regidoras y ministras en el poder.
Con ayuda de este cuadro se puede apreciar que durante el gobierno de Fujimori hubo un aumento en los índices de mujeres en el aspecto político, ocupando el 6.3% en 1990, el 8.8% en 1993 y el 10.8% en 1995. Además, cabe mencionar que, para 1993 el Perú ya se encontraba en una mejor situación económica, por lo que aumentaron los niveles de trabajo en carreras técnicas, ya que aún era un poco complicado estudiar en universidades privadas (por cuestiones de pago) (Valdivia 1999:16) y también se redujeron en un 15% los niveles de trabajo ambulatorio (Flores 1994: 23).
Evolución de los niveles de PBI y los niveles de pobreza y su efecto a nivel nacional desde 1985 hasta la actualidad
Luego de tasas de crecimiento relativamente altas hasta mediados de la década de los setenta, en los ochenta la economía peruana entró en un largo periodo de recesión. Destaca el año 1983, en el que se aplicó un programa de ajuste recomendado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) para cerrar las brechas fiscales y de balanza de pagos (Felices 1996: 15), obteniendo como resultado que este programa fracase, una fuerte caída en el Producto Bruto Interno (PBI) para ese año y un estancamiento de la economía en los años subsiguientes.
Otro punto clave es el de los años 1986 y 1987 cuando el estancamiento es modificado efímeramente por la aplicación de una política de reactivación por demanda inicialmente exitosa, creciendo la economía a tasas de 9%, pero el esquema rápidamente se agotó y la economía nuevamente derivó un problema de restricción externa (Felices, 1996:15), reapareciendo así las presiones inflacionarias y se hizo muy notorio el problema de acumulación por falta de inversiones. Para entonces estaban comprometidas las posibilidades y potencialidades en el largo plazo de la economía peruana. Es necesario mencionar que particularmente durante la segunda mitad de la década de los ochenta se tuvo un manejo poco serio de los instrumentos de la política económica, lo que provocó una gran inestabilidad y exacerbó las expectativas de los agentes económicos.
Según Felices (1996:15), una revisión de las políticas macroeconómicas adoptadas a lo largo de estos años evidencia la aplicación de continuos ajustes para enfrentar los recurrentes problemas de balanza de pagos, déficit fiscal y espiral inflacionaria, sin resultados favorables por lo menos hasta 1990, cuando entra el gobierno de Fujimori y decide aplicar un duro programa de estabilización y ajuste estructural, que de alguna manera ha estabilizado los precios pero con una fuerte recesión y un elevado costo social. Oficialmente se reconoce que más de un 50% de la población peruana se encuentra en condiciones de pobreza.
Según las memorias de 1994 del BCRP, en el año ya mencionado el PBI registró un crecimiento de 13.0 por ciento, con la cual el crecimiento promedio se sitúa en 4.9 por ciento en los últimos cuatro años. Esta expansión es resultado de la consolidación de las reformas estructurales, el proceso de pacificación del país y la mayor estabilidad de la economía, factores que permitieron tanto la recuperación de los ingresos reales cuanto un aumento significativo de la inversión. Además, el PBI per cápita aumentó 1 1.1 por ciento respecto a 1993, aunque todavía se encuentra a niveles de mediados de los años 60. Como resultado del mantenimiento de políticas fiscal y monetaria austeras, fue posible reducir la tasa de inflación de 39.5 por ciento en 1993 a 15.4 por ciento en 1994, la más baja desde 1973.
Ahora que ya se ha contextualizado lo suficiente, es importante tocar la siguiente teoría económica clásica: una economía tiene muchos factores de los cuales depende, pero para nuestra investigación tomaremos a tres de los más importantes: inserción laboral, PBI y pobreza, en donde cada uno tendrá las iniciales K, Y y Rs respectivamente. Si la inserción laboral aumenta, los salarios (Pkn) se reducen, por ende se reducen los costos de capital humano (Ckn) y con ello los costos totales de producir (CT), generando el aumento de beneficios (π) y, por tanto, el aumento de la producción (Y) o PBI. Análogamente, sucede que, si el PBI aumenta, la inserción laboral ha aumentado porque para producir más se necesita mayor mano de obra, con ello los salarios se reducen, los costos también, se maximiza beneficios y nuevamente aumenta la producción, llevándonos así a un proceso económico cíclico.
Por otro lado, López (2010) afirma que la mujer es buena para el ahorro y gestión económica, es decir, al no gastar en cosas innecesarias tiene un mayor ahorro, por ende, tiene más ingresos y, con ello, su consumo aumenta también.
En donde I son los ingresos, C es el consumo e Y es la producción o PBI.
De esta manera, podemos deducir que, si aumentan los niveles de producción, aumenta el nivel de empleo porque se me necesita más mano de obra para producir, lo cual, lleva a mayores niveles de ingresos y, con esto, los niveles de pobreza y/o pobreza extrema se reducen (Mendoza 2018).
En donde Y es la producción, N es el nivel de empleo, I es el nivel de ingresos, P es la pobreza.
Según Dávalos, es necesario reconocer a la pobreza en todas sus dimensiones y secuelas, en donde los datos evidentes, claramente se hacen presentes en nuestra sociedad, ya que, además de tener efectos graves sobre la calidad y niveles de vida de los peruanos pobres, afecta las posibilidades de crecimiento económico y estabilidad social y política (2014). Una población pobre tiene una baja expectativa de vida, sufre de altas tasas de incidencia de enfermedades, es mano de obra poco calificada y, por todo ello, constituye una fuerza de trabajo poco productiva.
Tomando en cuenta entonces toda esta información, es aceptable señalar que una parte del porcentaje de familias tienen como cabeza de familia a las mujeres, ya que se presentan casos de madres solteras o esposas que también quieren contribuir en el hogar y que como son ingeniosas y hábiles para el ahorro, tienen más ingresos y consumen más para ellas y su familia y de esa manera contribuir a reducir los niveles de pobreza y pobreza extrema (CEPAL, 2004:21). En el siguiente capítulo se estudiará la relación entre y cómo esta teoría es aplicada o rechazada.
Efecto de las mujeres trabajadoras en el indicador de pobreza durante los gobiernos de Alberto Fujimori
Según el estudio de comportamiento de la economía peruana de 1950 a 2015 realizado por el INEI en el año 1991, gracias al programa de estabilización económica que se implementó en agosto de 1990, la inflación pasó de 7 649,6% en ese mismo año a 139,2% en el año 1991. Adicionalmente a la ejecución de políticas relacionadas con el programa de estabilización, en el año 1991 se llevó a cabo un conjunto de reformas estructurales que afectarían a la inflación, a la producción y al mercado laboral, obteniendo como resultado que el PBI crezca en 2,2%. En el año 1992 se reglamentó el Régimen de Garantías a la Inversión Privada, se creó el Sistema Privado de Administración de Fondo de Pensiones (SPP), integrado por las Administradoras Privadas de Fondos de Pensiones (AFP) y se dio inicio al proceso de privatización y concesiones (INEI 2015:25). Ese año el país atravesó problemas climáticos, el PBI cayó en -0,5%; sin embargo, la inflación disminuyó a 56,7%.
Desde el año 1993 a 1995, se implementó en mayor medida las privatizaciones, generando un aumento del flujo de capitales del exterior, y hubo una mejor coordinación de la política monetaria y fiscal, que permitió que el PBI crezca 5,2% en el año 1993, 12,3% en el año 1994 y 7,4% en el año 1995 (INEI, 2015:26).
En 1996 se aplicaron nuevas políticas fiscales y monetarias orientadas a atenuar el ritmo de expansión de la demanda interna y reducir las importaciones, lo que provocó una contracción de las inversiones en -4,9% y que las importaciones crezcan en apenas 0,1%, lo que se reflejó en un crecimiento del PBI de 2,8%, en tanto, la inflación continuó disminuyendo, registrando una variación de 11,8%. En el año 1997 se logró reducir la inflación a 6,5%, a partir de un mejor control de los desequilibrios fiscales, la emisión primaria y flotación del tipo de cambio, con esto, el PBI creció en 6,5% por la recuperación de la inversión (14,9%), impulsada principalmente por la mayor inversión de las empresas mineras y de telecomunicaciones; y por el incremento de las exportaciones (13,1%), en tanto que las importaciones también crecieron (12,2%) (INEI, 2015:26).
De 1998 al 2000 la economía se vio afectada por factores negativos, ya que en el Perú se desarrolló el comienzo del Fenómeno del Niño (1998), la interrupción del financiamiento externo de corto plazo a los bancos peruanos, como resultado de la crisis asiática y rusa (1998), la caída de los términos de intercambio cuyo índice pasó de 75,3 en el año 1997 a 64,8 en el año 2000. Estos hechos junto al estancamiento del proceso de privatización afectaron la inversión que disminuyó en -2,1% en el año 1998, -13,5% en el año 1999, y -2,9% en el año 2000, lo que se reflejó en tasas negativas o débil crecimiento del PBI (INEI, 2015:27).
El PBI durante esta década creció de manera general en 3.9% con crecimientos constantes en cada año y pocos bajones económicos.
Recordando lo que se estudió, en los primeros años de gobierno de Fujimori, las mujeres trabajaban, en su mayoría, como vendedoras ambulantes, así como también optaron por la educación inicial y ayudantes de empleadas de contabilidad. A partir de los años siguientes, en 1993, cuando la economía se estabiliza comienzan a crecer los índices de trabajo, tanto masculinos como femeninos y en 1998, a pesar de la crisis climática que afrontaba el Perú, muchas mujeres dejaban de dedicarse a la venta ambulatoria y, más bien, aumentaron los niveles de trabajadoras de carreras técnicas. Además, durante toda esa década, la mujer estuvo más presente en la política, ya que los niveles de congresistas, alcaldesas y regidoras fueron aumentando de manera constante.
Es importante contextualizar y analizar los niveles de inserción laboral femenina para entender bien el porqué del crecimiento o decrecimiento de la pobreza en el periodo estudiado, así como también es válido compararlo con el nivel de pobreza del anterior gobierno. En 1985-1986 los niveles de pobreza eran de 37,9% y los de pobreza extrema ocupaban un 14,9% puesto que los niveles de inserción laboral estaban en una buena posición, pero con el pasar de los años, producto también de los problemas económicos latentes en 1987, el índice de trabajo cae y, con ello, en 1991 los niveles de pobreza ascienden a 55,3% y los de pobreza extrema, a 24,2%, en 1994, ya la economía en una mejor situación, más mujeres y hombres se insertan en la industria laboral haciendo que los niveles de pobreza se reduzcan, de igual forma sucede en 1995, el índice de pobreza era de 45,3% y el de pobreza extrema, 19,3%. A pesar de que en 1996 se pierde dinero por el costo de las importaciones, reduciendo el PBI, el trabajo y la mano de obra, la pobreza también se reduce a 44,1% y la pobreza extrema corre la misma suerte bajando a 18,7%. En 1997, el índice de trabajo se estabilizó y la pobreza se redujo a 42,7%. En 1998 ocurrió el Fenómeno del niño y la crisis asiática rusa debilitando así las tasas del PBI y con ello reduciendo también los niveles de trabajo, empero, el índice de pobreza se redujo a 42,4%. En 1999 y 2000 también se sufrió un decrecimiento en el PBI, por ende, esta vez los niveles de pobreza sí aumentaron a 47,5% y 48,4% respectivamente.
Fuente: Javier Herrera. La Pobreza en el Perú 1997-2000; La Pobreza en el Perú 2001: una visión departamental; y, La pobreza en el Perú, 2003. INEI – IRD. Elaboración: Centro de Investigación Parlamentaria.
Según Dávalos, importa señalar, siguiendo los datos reflejados en el gráfico precedente, que la pobreza se ha hecho más urbana en la medida en que el aumento de pobres en tres cuartas partes se ha concentrado en las zonas urbanas. En contraste con esta situación, la incidencia de la extrema pobreza se mantiene estable entre 1997 y 1999 (18,2% y 18,4% respectivamente) gracias principalmente a una disminución de 0,6 puntos de la incidencia en el área urbana, mientras que se incrementa en casi 3 puntos en la zona rural (2014).
Estas son de tal naturaleza que afectan más al sector moderno y urbano de la economía. Paralelamente, el gobierno ponía en marcha un programa de lucha contra la pobreza y procedía a un aumento sin precedentes en los gastos sociales, que se duplicaron entre 1993 y 1998, pasando de $63 a $174 per cápita, y han sido en gran parte destinados a las ciudades del interior del país (Dávalos, 2014).
Con esto, se sigue demostrando la teoría ya mencionada, no obstante, hay ciertos casos especiales en los que no se cumple esta ley (cuando la producción aumenta, aumentan los niveles de trabajo, aumentan los ingresos y se reduce el índice de pobreza) tales como el caso de 1996 y 1998 en donde tanto el PBI como la pobreza disminuyeron. Esto es explicado por Chávez, quien dice que no siempre los niveles de pobreza dependen del indicador del PBI, sino que, en todo caso, es un factor muy importante pero también existen otros como, por un lado, saber qué tipo de pobreza se analiza o quiere estudiarse, ya que no es igual comparar pobreza rural con pobreza nacional o departamental, etc.
Por otro lado, es importante también ver el lado de los trabajadores y trabajadoras, en primer lugar, una persona que trabaja 5 horas diarias no va a ganar lo mismo que alguien que trabaja las 8 horas completas o incluso hace horas extras. En segundo lugar, se encuentra como factor el nivel de empleo, ya que un/a empleado/a no tendrá el mismo sueldo que un supervisor/a. En tercer lugar, depende necesariamente de a qué trabajo se refiere uno, porque los trabajos en los que se les paga mejor a sus empleados son aquellos también que exigen un nivel de instrucción o nivel educativo mayor. Por lo tanto, muchas personas sin esa ventaja solo consiguen trabajos más simples, pero a la vez no muy bien pagados.
Finalmente, el sector en el que se encuentre la empresa para la que se trabaja (formal o informal) hace que los sueldos tengan diferencias abismales. Dávalos no hace énfasis en el sexo, solo menciona que sería un poco más complicado para la mujer soportar o sobrellevar todas estas condiciones (2008:13-26).
Con toda esta nueva información se puede finalizar diciendo que hay veces, muy pocas en realidad, en las que no se cumplirá la teoría de crecimiento de PBI=reducción de la pobreza, sino que se debe también a otros factores que deben ser analizados, es decir, los mencionados hace un momento, esto hace que tanto mujeres como hombres no puedan aportar a la disminución de pobreza. Pero, en general, se ha podido observar que la teoría económica fundamental se cumple y es así como las mujeres contribuyen a la reducción de la pobreza en el Perú.
Conclusiones
En síntesis, en este escrito se ha visto a la mujer en el mercado laboral, su eficacia, ingenio e interés por los problemas económicos del país, como la pobreza. El tiempo en el que se ubicó esta investigación fue de 1990 a 2000 en donde se vio a mujeres trabajadoras que, a pesar de los gobiernos corruptos y situaciones críticas de la economía, han buscado la manera de salir adelante, ya sea para su solvencia económica o la de su familia. Se ha visto desde mujeres que vendían comida en las calles y/o lavanderas (lo cual sigue siendo igual de admirable que otros trabajos), hasta ayudantes de contabilidad, profesoras y trabajadoras de carreras técnicas que siempre han tenido preocupación y participación en mejorar la economía del Perú. Se ha visto también cómo ella es capaz de gestionar el ahorro y así poder gastar aquel porcentaje de dinero de su sueldo en cosas o servicios realmente necesarios. Se ha visto a mujeres reales que son parte fundamental de nuestra economía.
Al observar los intensos efectos sobre la economía y, por tanto, en la sociedad, es innegable la importancia de atender el fenómeno de la desigualdad. Pues atenderlo es abrir la oportunidad a las mujeres, a las referentes ─según J. Norwich─ de la inteligencia y el amor. Es darles autonomía; es darles libertad. Es darle a esa gran mitad la oportunidad de fortalecer nuestra economía y sociedad. Es fortalecernos a todos.
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