Escrito por Luciana Cáceda
Edición a cargo de Milena Padilla
La diversidad de puestos de trabajo y ocupaciones ha evolucionado el mercado laboral y por ende, las diferentes modalidades que una persona puede adoptar al incorporarse en este. Sin embargo, los nuevos ingresos generados por esta moderna inserción laboral pueden verse afectados (minimizados, contrarrestados) por condiciones de baja productividad, vulnerabilidad social y falta de oportunidades. Ello conlleva a un incremento en la informalidad laboral. Según la Organización Internacional del Trabajo (2018), aproximadamente 20,000 millones de personas pertenecientes a la población ocupada de 15 años a más trabajan bajo la modalidad informal, es decir, el 61.2% del empleo mundial. En paralelo, el 63% de la informalidad total mundial es representado por hombres y el 58.1% por mujeres, siendo este último el que posee el mayor grado de vulnerabilidad laboral. Dicho esto, las cifras exponen la gran amenaza a la que está sujeta la estabilidad económica de las familias y por ende, el desarrollo sostenible de los países.
Figura 1: Distribución del empleo informal entre grupos de países y regiones como porcentaje del empleo total: sector informal, sector formal y hogares (porcentajes, 2016) [1]
Nota. Tomado de Mujeres y hombres en la economía informal: Un panorama estadístico (p.14) por la OIT, 2018.
¿Qué se define como informalidad y quiénes son los más afectados?
Si bien la definición de informalidad abarca distintos puntos y perspectivas, este fenómeno es el resultado de un análisis de rentabilidad respecto a la formalidad, en el que los costos de formalización superan a sus beneficios (Espejo, 2022). De acuerdo con la Oficina Regional para América Latina y el Caribe (s. f), la informalidad “es una relación laboral que no está sujeta a la legislación nacional, no cumple con el pago de impuestos, no tiene cobertura de protección social, y carece de prestaciones relacionadas con el empleo.” De esta manera, la CEPAL afirma que las causas que conllevan a la informalidad son variadas, entre las cuales resaltan: bajo nivel educativo, falta de un adecuado capital físico, obstrucciones financieras y barreras institucionales.
A nivel mundial, la actividad informal se concentra en el grupo de los países emergentes y en desarrollo, el cual reúne el 93% de la cifra total, sobre todo, en las zonas rurales. En Latinoamérica, el problema de la informalidad viene acompañado de una problemática mucho más arraigada en la sociedad latinoamericana, la brecha de género. La perspectiva general de la situación laboral, para el 2016, indica que la tasa de informalidad para las mujeres (54.3%) supera la de los hombres (52.3%) en 2 puntos porcentuales (OIT, 2018). En consiguiente, la OIT establece que existen diversos factores que se esconden detrás de este resultado, ligados a la discriminación de género: acceso a educación, la ubicación geográfica y el nivel de pobreza y la predominancia del trabajo doméstico de las mujeres.
Acceso a educación
El trabajador calificado tiene una mayor probabilidad de contratación en una empresa por el mejor acceso a información e incentivos a la formalización. Además, la idea básica que expone la relación entre educación y trabajo es que un mayor nivel de educación aumenta los salarios relativos de los trabajadores, lo cual impulsa el pertenecer al sector formal, ya sea por la permanencia en empresas de mayor tamaño o por una efectiva administración del trabajo independiente (Haanwinckel, D & Soares, R, 2017). Un punto a resaltar, es la educación que se recibe para cumplir con obligaciones fiscales y los beneficios de la formalización (como protección social), lo cual refleja las facilidades estatales y el acceso a información simétrica dentro del ámbito laboral (Banco Mundial, 2007). S
Figura 2: Tasa de alfabetización de las personas de 15 años y más de edad, según sexo (%)
Nota. Tomado de Tasa de alfabetización de las personas de 15 años y más de edad, según sexo (%) por la CEPAL, 2022.
Si se analiza esta relación con perspectiva de género, se encuentra que, un indicador de educación, como lo es la alfabetización por sexo, sigue el mismo patrón que la ocupación urbana en el sector informal por sexo en Latinoamérica. Como se aprecia en el Gráfico 1 y 2, en ambos casos, existe una brecha entre hombres y mujeres: la tasa de alfabetización es mayor para los hombres y el nivel de informalidad es mayor para las mujeres. Adicionalmente, A pesar de que la brecha por sexo se ha acortado a través del tiempo, tanto para el nivel de alfabetización y nivel de ocupación, la problemática persiste en la actualidad. El acceso a educación primaria y secundaria para las mujeres se encuentra limitado por su permanencia en el hogar, por el cumplimiento de tareas domésticas o situaciones que evidencian su vulnerabilidad, como el embarazo adolescente y la falta de servicios públicos focalizados (Banco Mundia, 2007). La inclusión del factor inclusión como determinante de la informalidad es reforzado por Espejo para la CEPAL (2022) y su estudio sobre la informalidad en América Latina, en el que los modelos elaborados para Argentina, Chile, México y el Perú confirman que una menor educación incrementa la probabilidad de ser trabajador informal y que esta condición se acentúa en las mujeres.
Figura 3: Ocupados urbanos en sectores de baja productividad (sector informal) del mercado del trabajo, según sexo (% del total de la población ocupada urbana)
Nota. Tomado de Ocupados urbanos en sectores de baja productividad (sector informal) del mercado del trabajo, según sexo (% del total de la población ocupada urbana) por la CEPAL, 2022.
La pobreza y la ubicación geográfica: determinantes de la participación de las mujeres en la informalidad
El bajo nivel de ingresos, que se traduce en sinónimo de baja productividad, es un mayor problema para las mujeres en América Latina. La pobreza, además de ser un fenómeno económico, está ligada a la estructura social de los países que excluye a la población bajo esta condición, de beneficios laborales y disponibilidad de capital físico, financiero y humano para la realización de un trabajo digno. En esta línea, la informalidad absorbe mucho más rápido a las personas pobres, debido a la disminución de costes y condiciones de entrada (Banco Mundial, 2007).
En Latinoamérica, según datos de Espejo para la CEPAL (2022), se demuestra que las mujeres presentan un mayor nivel de pobreza que los hombres a lo largo de toda la década del 2000, diferencia que se intensifica en el sector rural. A raíz de diversas investigaciones, estos resultados se podrían deber a la mayor carga familiar que recae sobre las mujeres y los menores salarios para una misma labor, en contraste con los hombres. En esa misma línea, las mujeres cargan con una mayor responsabilidad sobre los hijos en hogares donde el hombre es el jefe del hogar, por lo que destinan un menor tiempo al trabajo asalariado. Asimismo, Buvinic para el BID (1998) indica que hay una mayor cantidad de mujeres con trabajos mal remunerados debido a la discriminación sexual latente en la región. En específico, la mano de obra femenina se destina a empleos estacionales o de tiempo limitado como en los sectores agrícola y de manufactura. La misma entidad multilateral señala que en Honduras, los agricultores de café tienen preferencia por mujeres como trabajadoras en los campos por su mayor disponibilidad a aceptar menores salarios y porque son más confiables.
En el contexto actual de la COVID-19, el panorama para las mujeres en situación de pobreza se ha vuelto mucho más complejo. Según la CEPAL (2021), la pandemia ha generado un retroceso de más de una década en los niveles de participación laboral de las mujeres en Latinoamérica. Dicha institución, sobre la base de datos del Banco Mundial, afirma que 23 millones más de mujeres latinoamericanas (en contraste con el 2019), se encuentran en situación de situación de pobreza, sumando 118 millones a nivel región. Además de explicarse por la paralización de la actividad económica, esta problemática enfatiza la persistencia de la discriminación salarial en América Latina, sobre todo en el sector salud, donde los salarios de las mujeres son un 23.7% inferiores a los de los hombres (CEPAL, 2021).
Figura 4: Población en situación de pobreza según sexo en el área rural en Latinoamérica (% del total de la población)
Nota. Tomado de Población en situación de pobreza según sexo en el área rural en Latinoamérica (% del total de la población) por la CEPAL, 2022.
Figura 5: Población en situación de pobreza según sexo en el área urbana en Latinoamérica (% del total de la población)
Nota. Tomado de Población en situación de pobreza según sexo en el área urbana en Latinoamérica (% del total de la población) por la CEPAL, 2022.
A su vez, la problemática de la pobreza entre hombres y mujeres viene acompañada de la ubicación geográfica de los involucrados. De acuerdo con los gráficos 3 y 4, a nivel latinoamericano, los niveles de pobreza en el área rural son mayores que en la urbana, al mismo tiempo que persisten los niveles superiores de pobreza para las mujeres. Esto podría evidenciar la percepción de género y la distribución de labores entre hombres y mujeres, así como el acceso a mayores oportunidades de empleo mejor remunerado (Buvinic, 1998). Otro punto a destacar, es el mínimo acceso de servicios públicos por vivir en un área rural así como la exclusión a servicios de salud, infraestructura y de educación. Estas limitaciones pueden desincentivar el pago de impuestos y financiamiento a servicios estatales, sobre todo en las poblaciones más vulnerables, como las mujeres (Buvinic, 1998).
Roles de género y movilización laboral
Otro de los factores de la participación representativa de las mujeres en la informalidad es la concepción de la maternidad en las mujeres y su impacto en el dinamismo laboral de dicho grupo de la población. La movilización laboral en las mujeres es mucho mayor que en los hombres debido a una menor duración en los trabajos. Esto se debe, principalmente, por la permanencia del sexo femenino en el hogar y el cuidado de los hijos. En este sentido, el empleo formal resulta ser muy rígido en cuanto a los horarios que no permitiría el equilibrio entre el trabajo y las tareas domésticas (Banco Mundial, 2007).
Como resultado, el empleo informal se vuelve una alternativa llamativa para las mujeres en términos de mayor flexibilidad de tiempos y se refleja, en mayor medida, en la elección del autoempleo. En efecto, el paso de la fuerza laboral al autoempleo para las mujeres en Latinoamérica parece ser más dinámico que en el caso de los hombres (ver gráfico 5). Esto, causado por la mayor autonomía que brindaría el trabajo informal (Banco Mundial, 2007). En Argentina, se halló que la proporción de mujeres independientes es mayor a la de los hombres (4 a 1 informales, 2 a 1 formales) y de asalariadas informales (2 a 1), antes que formales, independientemente de la estructura de la familia (Banco Mundial, 2007).
Figura 6: Transición entre el autoempleo y el optar por renunciar a la fuerza de trabajo en hombres y mujeres
Nota. Tomado de Transición entre el autoempleo y el optar por renunciar a la fuerz.a de trabajo en hombres y mujeres por el Banco Mundial, 2007
El trabajo delimitado por roles de género; en concreto, la predominancia de las mujeres en los trabajos domésticos, se ha reforzado con la llegada de la pandemia. Este tipo de trabajo, caracterizado por los altos niveles de informalidad y alta precariedad se ha visto impactado negativamente por la crisis económica. Según la CEPAL (2021), 91.5% de las 13 millones de personas que trabajan en este rubro eran mujeres en el 2019; sin embargo, para el segundo trimestre del 2020, los respectivos niveles de ocupación cayeron generalizadamente en el sector: - 24,7% en Brasil, -46,3% en Chile, -44,4% en Colombia, -45,5% en Costa Rica, -33,2% en México y -15,5% en Paraguay.
A lo anteriormente mencionado, se le suma la falta de políticas con enfoque de género que disminuyan la probabilidad de las mujeres de involucrarse en la informalidad. En concreto, de acuerdo con la Comisión Mundial sobre el Futuro del Trabajo (2018), los hacedores de política y futuras legislaciones, deberían concentrarse en: promover la generación de ingresos decentes para las mujeres, en mejorar el acceso financiero y mayor competitividad, asegurar un sistema de protección social que promueva la igualdad de género, proveer mejores servicios públicos de educación y formación integral, así como programas sociales que enfaticen la paridad de tareas domésticas.
Conclusiones
En síntesis, la informalidad es una problemática extendida a nivel mundial y que principalmente afecta a los países de ingresos medianos y bajos, sobre todo, a las poblaciones más vulnerables, como lo son las mujeres.
En América Latina, el empleo informal se hace visible a través de una distinción de género. Se muestra que ellas se encuentran en una situación de mayor vulnerabilidad frente a la amenaza de la informalidad. En esta región, las brechas de educación y pobreza por género parecen distinguir la estructura económica y social de los países. Este hecho alarmante visibiliza la persistente imagen del hombre como jefe del hogar y generador prioritario de ingresos, mientras que la de la mujer, como responsable de las tareas domésticas, lo cual se convierte en una limitación.
A pesar del gran avance de la lucha de las mujeres por una mejora de condiciones laborales y mejores salarios, persiste todavía la discriminación por capacidades laborales respecto a los hombres. Los bajos niveles de educación y la mayor propensión de pertenencia a la pobreza son algunos de los factores que ponen en peligro el desarrollo integral de las mujeres y su continuidad en el mercado informal. Por ello, es necesario que cada país formule políticas públicas orientadas a incentivar la participación de las mujeres en la formalidad, ampliando la cobertura de la protección social y eliminando toda barrera que fomente la discriminación laboral y las brechas de género.
[1] En la Figura 1, se incluyen las cifras de informalidad en el sector agrícola. Estas se incluyen por la gran incidencia que tiene este sector en la informalidad, sobre todo, en los países emergentes y en desarrollo (OIT, 2018).
Referencias
Banco Mundial. (2007). INFORMALIDAD: ESCAPE Y EXCLUSIÓN. https://documents1.worldbank.org/curated/en/889371468313790669/pdf/400080PUB0SPAN101OFFICIAL0USE0ONLY1.pdf
Buvinic, M. (1998). Mujeres en la pobreza: Un problema global. BID. https://publications.iadb.org/publications/spanish/document/Mujeres-en-la-pobreza-Un-problema-global.pdf
CEPAL. (2022). CEPALSTAT: Bases de Datos y Publicaciones Estadísticas. https://statistics.cepal.org/portal/cepalstat/dashboard.html?lang=es&temaIndicadores=394
CEPAL. (2021). La pandemia del COVID-19 generó un retroceso de más de una década en los niveles de participación laboral de las mujeres en la región. https://www.cepal.org/es/comunicados/la-pandemia-covid-19-genero-un-retroceso-mas-decada-niveles-participacion-laboral
Comisión Mundial sobre el Futuro del Trabajo. (2018). Empoderar a las mujeres que trabajan en la economía informal. OIT. https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/---dgreports/---cabinet/documents/publication/wcms_618369.pdf
Espejo, A (2022). Informalidad laboral en América Latina: Propuesta metodológica para su identificación a nivel subnacional. CEPAL. https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/47726/4/S2100889_es.pdf
Haanwinckel, D & Soares, R. (2017). La educación como medio para combatir la informalidad laboral. Institute of Labor Economics. https://wol.iza.org/uploads/articles/394/pdfs/fighting-employment-informality-with-schooling.one-pager.es.pdf
OIT. (2018). Mujeres y hombres en la economía informal: Un panorama estadístico. https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/---dgreports/---dcomm/documents/publication/wcms_635149.pdf
Oficina Regional para América Latina y el Caribe. (s. f). En América Latina y el Caribe hay 130 millones de trabajadores en la informalidad. OIT. http://ilo.org/wcmsp5/groups/public/---americas/---ro-lima/documents/publication/wcms_244404.pdf
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