Escrito por Nadja Florián
Edición a cargo Fiorella Perez
Durante muchos años, el PBI ha sido utilizado mundialmente como indicador de crecimiento económico y bienestar social. Sin embargo, muchos especialistas, debido a los grandes problemas persistentes en la sociedad, han cuestionado la validez de este indicador sobre el desarrollo de los países.
Por este motivo, evaluaremos, en primer lugar, las limitaciones del PBI como indicador de bienestar social y su pertinencia en la formulación de políticas públicas. Posteriormente, se mencionará otro indicador alternativo propuesto por diferentes organismos internacionales y se comparará con los resultados del PBI.
Finalmente, evaluaremos los desafíos a los que los gobiernos y organismos internacionales se enfrentan para lograr un indicador adecuado que pueda ser utilizado para medir y aumentar el bienestar de la sociedad.
Crecimiento vs. Desarrollo
En primer lugar, se debe esclarecer que el Producto Bruto Interno (PBI) mide el valor monetario de bienes y servicios finales producidos al interior del país en un periodo de tiempo determinado.
Según Kovacic y Giampietro (2014), el PBI es visto como una herramienta útil que puede ser utilizado para el pronóstico económico, para lograr una comparación entre países y, debido a que es fácil de comunicar y entender, brinda mensajes claros a los hacedores de políticas.
Entonces, si bien el PBI puede ser considerado como un buen indicador del crecimiento económico, ¿se puede decir lo mismo con respecto al desarrollo?
En el 2008, los reconocidos economistas Joseph Stiglitz, Amartya Sen y Jean-Paul Fitoussi conformaron la Comisión sobre la Medición del Desarrollo Económico y del Progreso Social (CMPEPS, en sus siglas en francés) en la que se establecieron los límites del PBI como indicador de progreso y desarrollo social.
En el informe se expone que “hace mucho que se estableció que el PIB era una herramienta inadaptada para evaluar el bienestar a lo largo del tiempo, en particular en sus dimensiones económica, medioambiental y social, algunos de cuyos aspectos se suelen designar con el término de sustentabilidad” (Sen, Stiglitz y Fitoussi, 2008, pp.6).
Entonces, el PBI no puede ser considerado como un buen indicador de desarrollo y bienestar social a largo plazo porque no toma en consideración la distribución de ingresos, las externalidades medioambientales ni refleja de manera adecuada la felicidad o el bienestar individual de las personas.
Van de Bergh (2009) agrega a lo mencionado anteriormente 3 limitaciones adicionales.
En primer lugar, indica que, si bien puede existir un indicio de correlación entre el PBI y bienestar en un determinado periodo, si se extrapola el crecimiento del primero hacia un futuro lejano, esta correlación se pierde en algún momento en el tiempo; esto es lo que denominó como límites en las consideraciones temporales del PBI.
En segundo lugar, menciona que las necesidades básicas no pueden ser tratadas como bienes de lujo o bienes materiales. Por lo tanto, estos no son capturados en la medición del PBI, lo que genera así una compensación imperfecta por la falta de satisfacción de estas necesidades. Finalmente, destaca también que el PBI no reconoce a las transacciones informales que ocurren fuera del mercado. Esto genera una sobreestimación en el impacto de la transición de una economía informal a una formal.
Muchas veces, economistas y autoridades políticas han interiorizado al PBI como una medida de desarrollo; sin embargo, no existe evidencia empírica que respalde esta afirmación. Por lo tanto, este no debería ser utilizado como una herramienta para la realización de políticas públicas.
Más allá del PBI: el IDH como indicador de bienestar y desarrollo
Al evidenciar las limitaciones y problemáticas de utilizar al PBI como medida de desarrollo, diversas organizaciones internacionales han buscado desarrollar nuevos indicadores que agreguen a los principales componentes del bienestar social. Pero, surge una pregunta fundamental: ¿cuáles son los componentes del bienestar? Cada individuo le otorga distintas valoraciones de aquello que consideran valioso e importante para su bienestar subjetivo.
Amartya Sen reafirma la idea de que no son los bienes los que crean bienestar en las personas, sino que más bien son las oportunidades funcionales y capacidades lo que les genera este bienestar (Pérez, 1999). Este enfoque de las capacidades está relacionado con distintas dimensiones que pueden incluir a la salud, nutrición, educación, entre otras. En base a esto, en 1990, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) utilizó la definición de desarrollo de Sen para elaborar un nuevo indicador, basado en el conjunto básico de capacidades que busque medir el desarrollo humano.
Es así que se introduce el Índice de Desarrollo Humano (IDH), que clasifica a los países en un rango de 0 a 1, de menor a mayor bienestar. El IDH centrado en el ingreso, educación y salud, influyó en el debate público y reorientó los objetivos políticos de los países (PNUD, 2020).
Como se puede observar en la tabla 1, el Informe sobre Desarrollo Humano 2020 evidenció que, para el 2019, los 5 países que presentaron mayores valores, es decir, con niveles de desarrollo muy alto fueron los países de Noruega, Irlanda, Suiza, la ciudad de Hong Kong en China e Islandia (PNUD, 2020). No obstante, los datos del Banco Mundial (s.f.) colocan en su ranking de 5 países con mayor PBI en el 2019 a Estados Unidos, con 21,43 billones de dólares; China, con 14,34 billones; Japón, con 5 billones; Alemania, con 3,86 billones; y a India, con 2,87 billones de dólares.
Si bien los primeros 4 países con mayor PBI son clasificados según el IDH como países con desarrollo muy alto o alto, es sorprendente el caso de India que es clasificado como país con desarrollo humano medio. Entonces, por más que este país haya experimentado un crecimiento económico, los indicadores de desarrollo demuestran que esto no ha beneficiado a su población.
En efecto, según los datos de la organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), una cuarta parte de la población de la India sigue sufriendo hambre extrema (Pont, 2019). Esto reafirma la posición de que el IDH es una herramienta más confiable que el PBI para medir el desarrollo.
Durante los últimos 30 años, se ha complementado a este indicador con el IDH ajustado por la Desigualdad, el Índice de Desarrollo de Género, el Índice de Desigualdad de Género y el Índice de Pobreza Multidimensional (PNUD, 2020). Esto se ha dado con el objetivo de que el indicador se adecúe a los nuevos retos que afronta la sociedad; sin embargo, una de las limitaciones que más se le ha criticado es la falta de inclusión de parámetros que midan el impacto de la contaminación ambiental.
En el Informe sobre Desarrollo Humano 2020 se resalta la necesidad de ajustar el IDH según las emisiones de dióxido de carbono y la huella material de un país.
TABLA 1
DESCOMPOSICIÓN DEL IDH SEGÚN LOS PAÍSES
Fuente: Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD, 2020)
Adaptación propia
Desafíos en la búsqueda de nuevos indicadores
A pesar de demostrarse la ineficacia del PBI para medir el desarrollo en los países, muchas autoridades públicas continúan utilizándolo en la realización de políticas públicas. Esto ocasiona que los esfuerzos políticos para aumentar el bienestar se encuentren distorsionados y no cumplan con su objetivo. Si bien los organismos internacionales han comenzado la búsqueda de nuevos indicadores que puedan ser utilizados como herramienta para las políticas públicas, aún presentan muchas deficiencias.
El IDH, como se pudo observar, representa un gran avance en la medida del desarrollo con respecto al PBI porque ha incluido otras dimensiones que buscan medir la desigualdad. Sin embargo, el que no hayan considerado a la contaminación ambiental ha generado que este indicador no sea el más adecuado.
El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo ya está realizando esfuerzos para incluir parámetros que midan esta problemática; no obstante, el avance en la pérdida de los ecosistemas y los agujeros en la capa de ozono representan daños irreparables que la agregación de nuevos indicadores en este índice no podrán solucionar.
Entonces, uno de los mayores desafíos que se presentan al buscar nuevos indicadores es la identificación y agregación en un solo indicador a aquellas dimensiones que afectan al bienestar y desarrollo de las personas que, muchas veces, son difíciles de medir.
Bibliografía
Banco Mundial (s.f.) PIB (US$ a precios actuales). Recuperado el 7 de septiembre de 2021 de https://datos.bancomundial.org/indicator/NY.GDP.MKTP.CD?end=2019&most_recent_value_desc=true&start=1960
Kovacic, Z., & Giampietro, M. (2015). Beyond “beyond GDP indicators:” The need for reflexivity in science for governance. Ecological complexity, 21, 53-61.
Pérez, L. (1999). Amartya Sen y la economía del bienestar. Estudios Económicos, 14(1 (27)), 3-32. Recuperado el 7 de septiembre de 2021 de http://www.jstor.org/stable/40311417
Pont, E. (1 de octubre de 2019). La India, un país de contrastes. La Vanguardia. https://www.lavanguardia.com/vida/junior-report/20191001/47730407333/india-pais-contrastes-pobreza-desigualdad-castas.html
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (2020). Informe sobre desarrollo humano 2020: La próxima frontera. El desarrollo humano y el Antropoceno. Recuperado el 7 de septiembre de 2021 de https://report.hdr.undp.org/es/index.html
Stiglitz, J. E., Sen, A., & Fitoussi, J. P. (2008). Informe de la Comisión sobre la Medición del Desarrollo Económico y del Progreso Social. els autors.
Van den Bergh, J. C. (2009). The GDP paradox. Journal of Economic Psychology, 30(2), 117-135.
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