Escrito por Ruth Tatiana Condori Moises
Edición a cargo de Emily Oré
La escasez hídrica se ha convertido en un problema global creciente, impulsado por el cambio climático, el crecimiento poblacional y la gestión ineficiente de los recursos. Aunque Perú es un país con abundantes recursos hídricos, enfrenta grandes desigualdades en su distribución. Este problema es particularmente grave en las regiones costeras y del norte, donde la falta de agua afecta actividades claves como la agricultura, la industria y el bienestar de las comunidades.
Departamentos como Piura, Tumbes y Arequipa enfrentan distintos desafíos asociados a la escasez de agua, los cuales reflejan tanto las particularidades climáticas como las demandas económicas de cada región. Fenómenos como El Niño, la presión sobre los recursos hídricos y la insuficiencia de infraestructura han generado un impacto significativo en sectores productivos y en la calidad de vida de la población. Estas dinámicas no solo comprometen el desarrollo económico, sino también la seguridad alimentaria y la sostenibilidad a largo plazo.
Contexto Nacional de la Escasez Hídrica:
Según el Centro Nacional de Planeamiento Estratégico ([CEPLAN], 2020), la inseguridad, escasez o brecha hídrica ocurre cuando la disponibilidad de agua resulta insuficiente para cubrir las necesidades actuales de este recurso. Durante 2023, el Perú experimentó altos niveles de estrés hídrico [1], posicionándose en el puesto 32 a nivel mundial entre los países con mayor estrés hídrico y ocupando el tercer lugar en América Latina (Aqueduct, 2023).
Las causas de esta problemática son múltiples y están interrelacionadas. Por un lado, el cambio climático ha alterado los patrones de precipitación y ha incrementado la frecuencia de sequías prolongadas, lo que afecta tanto a las fuentes de agua superficiales como subterráneas. Por otro lado, el crecimiento poblacional ejerce una presión cada vez mayor sobre los recursos hídricos, especialmente en áreas urbanas que demandan mayores volúmenes de agua para consumo doméstico e industrial. Además, la gestión ineficiente de los recursos ha intensificado la crisis, con sistemas de riego obsoletos, pérdidas significativas en la distribución del agua y una débil planificación para su aprovechamiento sostenible.
Esta combinación de factores ha exacerbado el estrés hídrico en todo el país. En 2019, por ejemplo, la región de Tacna experimentó una reducción del 25% en sus recursos hídricos disponibles, afectando tanto a la población urbana como al sector agrícola, el cual depende en gran medida de fuentes subterráneas y ríos que están siendo cada vez más sobreexplotados (Montenegro, 2019). De manera similar, en 2021, Arequipa enfrentó una disminución de aproximadamente el 20% en los caudales del río Chili, lo que repercutió negativamente en la generación de energía hidroeléctrica y en la producción agrícola del valle de Majes (López, 2022).
Con estas cifras, se evidencia que el estrés hídrico no es un problema reciente, sino el resultado de dinámicas ambientales, demográficas y de gestión que han ido aumentando a lo largo de los años. Este fenómeno afecta progresivamente la capacidad de las regiones para sostener sus actividades económicas y garantizar su bienestar.
La Situación en Piura y Otros Departamentos
En 2024, Piura enfrentó una crisis hídrica sin precedentes, ya que la capacidad del reservorio de Poechos se redujo de 1,000 millones de metros cúbicos a apenas 14 millones. Según Cervilla (2024, 26 de noviembre), esta situación afectó a más de 756 mil personas y puso en riesgo 1,3 millones de hectáreas de cultivo. Los cultivos estratégicos de arroz, limón, mango y plátano, fundamentales para la seguridad alimentaria y las exportaciones, sufrieron pérdidas severas, lo que incrementó la vulnerabilidad de las familias de bajos recursos (Carrasco, 2024).
En el ámbito económico, la crisis hídrica redujo considerablemente los ingresos de agricultores y trabajadores dependientes de la agroindustria, un sector clave en la región. Además, el reciente aumento del 5% en las tarifas de agua para los agricultores del valle de San Lorenzo exacerbó la preocupación y el malestar en la zona, ya que muchos temen que este ajuste agrave aún más su situación (La Hora, 6 de enero del 2025). Este incremento, sumado a la escasez de agua, ha elevado los costos de producción y disminuido la competitividad de los productos peruanos en los mercados internacionales.
En el caso del mango, un producto emblemático de exportación en Piura, la situación es alarmante. Según Mariano Chávez, presidente de la Cooperativa Frutos Tropicales de San Lorenzo, la calidad del fruto se ha visto seriamente afectada, impidiendo que alcance el peso ideal para la exportación y reduciendo su valor en el mercado. Chávez expresó:
“Los productores de mango, al igual que los de arroz y limón, hemos sufrido tanto por los bajos precios como por la pérdida de calidad de nuestros productos. Este año, el mango no calificó para exportación como en años anteriores, y estamos vendiendo la jaba entre 2 y 3 soles, algo que nunca había sucedido en San Lorenzo” (La Hora, 6 de enero del 2025).
Este escenario refleja el impacto devastador de la crisis hídrica en la economía agrícola regional, afectando tanto el mercado interno como externo, y comprometiendo la sostenibilidad de miles de familias dedicadas al agro.
Otra región gravemente afectada por la escasez hídrica fue Arequipa, donde la limitación y la creciente demanda de agua para riego agrícola redujeron significativamente las reservas hídricas. En 2023, el sector agropecuario de la región registró una contracción del 6,6% en comparación con el año anterior (Cámara de Comercio e Industria de Arequipa, 2024). Productos clave como la uva, fundamentales para el mercado interno y la exportación, experimentaron una caída en su producción del 5,7%, lo que ocasionó pérdidas económicas importantes (INEI, 2024).
Este descenso impactó directamente a miles de agricultores y trabajadores, quienes enfrentan una grave crisis económica. Paralelamente, la escasez de agua obligó a las autoridades locales a imponer restricciones en el suministro de agua potable en varias zonas urbanas, afectando la calidad de vida de los habitantes y generando tensiones sociales (Melo, 2024).
Tumbes es otro de los departamentos que enfrenta este problema. El río Tumbes, una fuente crucial de abastecimiento para la región, no alcanzó su capacidad máxima, estimada entre 2,500 y 2,800 metros cúbicos, y apenas llega a un caudal de 14 metros cúbicos (Carrasco, 2024). Esta situación ha llevado a que muchas personas realicen pozos sin autorización, evidenciando la grave preocupación por la escasez de agua. Además, los agricultores han sufrido las consecuencias de la falta de agua para el riego de sus cultivos, lo que ha llevado a más de 100 mil agricultores a solicitar la declaratoria de emergencia (Carrasco, 2024).
Soluciones y Retos a Futuro
Para hacer frente a este desafío, el gobierno en Piura ha impulsado iniciativas orientadas a la gestión sostenible del suelo y del agua, elementos clave para enfrentar la crisis hídrica en la región. Además, se han implementado programas de capacitación dirigidos a los agricultores, fomentando el uso racional del recurso hídrico. Entre las medidas adoptadas destacan prácticas de conservación del suelo, como la rotación de cultivos, la aplicación de abonos orgánicos y la implementación de técnicas agrícolas diseñadas para optimizar la retención de agua en el terreno (Farmex, 2024).
Por su lado, en Arequipa Ronald Fernandez Bravo, director de la Autoridad Administrativa Del Agua Caplina Ocoña, señala que construir represas y plantas potabilizadoras son cruciales para garantizar el suministro de agua potable y prevenir posibles desabastecimientos en la región. Asimismo, destacó la necesidad de destinar una menor proporción de los recursos hídricos a la agricultura como medida preventiva ante fenómenos climáticos como El Niño que suele provocar sequías en la región (Sonco, 27 de mayo del 2023).
De manera general, para abordar la escasez de agua, es imprescindible implementar soluciones estructurales que permitan una gestión más eficiente y sostenible de este recurso vital. Según el Ministerio de Agricultura y Riego (Minagri), la modernización de los sistemas de riego y la construcción de nuevas represas son inversiones esenciales para asegurar el uso eficiente del agua en la agricultura, que es el sector más afectado por la falta de agua (MIDAGRI, 2024b). Además, la desalinización del agua en zonas costeras, como Piura, se presenta como una alternativa viable para mitigar la escasez, utilizando el agua de mar para consumo humano y riego (Zambrano, 2019).
La reforestación de cuencas hidrográficas, en especial en áreas de recarga de acuíferos, es otra estrategia importante que se busca implementar para restaurar los ecosistemas naturales y mejorar la disponibilidad de agua a largo plazo (Cervilla, 2024). Asimismo, el uso de tecnologías de riego eficiente, como la implementación de riego por goteo, y la promoción de prácticas agroecológicas, que requieren menos agua, están siendo impulsadas como alternativas más sostenibles para la producción agrícola (ANA, 2024).
El cambio climático también está exacerbando estos problemas, ya que altera los patrones de lluvia y aumenta la frecuencia de sequías, lo que requiere políticas de adaptación más robustas (MIDAGRI, 2024b).
Conclusiones
En síntesis, la escasez hídrica en Perú, especialmente en Piura y Arequipa, ha alcanzado niveles críticos en 2024, afectando gravemente sectores clave como la agricultura, lo que compromete la seguridad alimentaria y las economías locales. La disminución de cultivos estratégicos y el deterioro de hectáreas reflejan los efectos negativos en la economía regional y nacional. A pesar de las medidas de emergencia, los costos para el Estado han sido elevados, destacando la necesidad de una gestión hídrica más eficiente.
Para enfrentar esta crisis, es crucial modernizar la infraestructura hídrica, implementar tecnologías de riego eficiente y promover prácticas agroecológicas. Sin embargo, la coordinación efectiva entre las autoridades y políticas adaptativas frente al cambio climático son esenciales para garantizar un uso sostenible del agua y el desarrollo económico a largo plazo.
[1] Se habla de estrés hídrico cuando la demanda de agua es más alta que la cantidad disponible de agua. Es un término similar a escasez hídrica.
Bibliografía
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